La iglesia y la feria se repartían los fieles.
Uno más de tantos, siempre idénticamente diferentes.
Domingo de misa, de resaca, de no hago nada, de agotado
Descansando de la creación o creando el descanso.
Se desperezan mis sabanas, mientras la taza llena el café.
Sin despedidas con platillo y redoblante
Sin besos, sin promesas de regresar heroico.
Me voy a mi feria, quizás a tu feria, a la feria de muchos.
Bueno, sintetizando, me voy a la feria.
En un itinerario perfectamente a la deriva, dejo que me recorra.
Se abren los portones de mis ojos
En multitud, en manada, en avalancha, los objetos me invaden.
Hierros oxidados de paciente espera, maderas apolilladas por la duda.
Telas descoloridas por los ires, libros acariciados por miradas de otros.
Y yo acá
a la deriva
con los portones abiertos
los objetos me invaden
oxidado de paciente espera, apolillado por la duda.
Colorido por los ires, acariciado por las miradas de otros.
El olfato y el gusto, se quedaron jugando al domino.
Tímidamente el tacto se asoma ante la invitación.
“Levante sin compromiso”
El oído selecciona:
un violín desafinado, un disco que se marea a treinta y tres revoluciones,
El cantar silencioso de una jaula, sin pájaros.
Los ojos, la vista, miro, mirada , mirinda
Los sentidos , sin sentido, te hacen sentir sentimientos.
Viaje sin pasaje, sin rumbo, sin igual.
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